Miau: biografía de un gato de pelea

La familia nunca tuvo una mascota y así estuvo bien. Hasta el día que al final de la escalera, justo antes de entrar al hogar a la caída de la tarde, les espera una dulce cría de felino, suave y anillado, con el preciso color dorado de los elegidos para reinar.

La biografía de Kitty el gato es casi tan larga como esos cuéntanos-tu-vida que les hacían llenar a algunos aspirantes a empleo en la isla de Cuba. De haber sido un animalito de mimos y arrumacos nos habría bastado con extrañarle. Pero era un personaje y su gran sentido de responsabilidad hubo de mostrarlo desde el primer instante en aquella casa. Educó a Papá y Mamá para que conocieran sus  obligaciones. Si el minino lloraba con una patita puesta en la nevera de la cocina quería manjares, no simplemente un platito de leche. Si el Nené de la casa osaba molestarle, haría bien en corregirle, para eso eran hermanos de crianza.

Fue una vida laboriosa y de continuo aprendizaje. Resistió el reto de tomar por su cuenta dos sitios de habitación muy diferentes y en cada uno adoptó las disposiciones precisas para que la familia marchara bajo su mando con todo el dinamismo que requieren los tiempos. Había que despertar a las 6 am sin justificarse con la razón de ser domingo alguno de los días; los gatos que por descuido inundaban el patio de su segundo hogar conocieron de sus reglamentaciones, los perros lo respetaron y mordieron, y una hermosa gata logró controlarle hasta un día.

Con sentido del humor y una infinita ternura por los animales que comparten la existencia humana en la intimidad de los hogares, Miau expone en poco más de diez mil palabras la biografía de un verdadero gato de pelea. Es uno de esos relatos que dan voz a las mascotas, pero a diferencia de otras narraciones, Kitty el gato alcanzó real autoridad en su mundo y las contradicciones de su carácter arisco y participativo le atrajeron el amor de los suyos, sus agradecidos humanos.