Descripción
Días como peces
En la pecera un hombre contempla nuestra sociedad. Recuerda el rito cada día menos posible de la pesca en la orilla con su abuelo ante aquel paisaje de balneario acosado por la industria. Y el lenguaje devela esta emoción entrando a su vez —como una ola en otra ola— a esta memoria que se rehúsa al anzuelo inoxidable del olvido.
Días como peces es una obra eminentemente unitaria, pero cuya unidad no la priva de los desplazamientos hacia la emoción y el lenguaje. Con los versos iniciales de Elizabeth Bishop: “Y dejé que el pez escapara” se adentra en un decir conciso, pero cargado de tensión con el lenguaje y el sentido existencial de una sociedad que modifica las relaciones. Una obra que se adentra en la complejidad de las emociones más remotas.
Cuando escribí Días como peces pensaba no solo en las relaciones entre un niño y un abuelo, sino que también en su heredad se juega la historia. Que leer una pecera es leer el mar y que dos figuras recortadas contra el horizonte son todas las figuras que vieron ese acabar de sol. Y que el lenguaje debía, necesariamente, tensarse, mezclarse, darse vueltas entre el pasado y lo que nunca dejará de pasar como ocurre en un vórtice de aguas, como ocurre en la memoria.
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